La expectativa era grande, las ganas de disfrutar de este paraíso en Colombia, desbordantes... No se diga más, la prioridad: un tiquete aéreo a la Costa Atlántica, Barranquilla la opción más económica y a escasa hora y media de Santa Marta en carro. Así que abordamos la nave y rumbo norte a la diversión.
Luego de tres horas estábamos haciendo check in en un hotel
del Rodadero, el calor abrasador, el cielo azul, se sentía el salitre en la
boca. Éramos cinco adultos o por lo menos
eso decía la cédula; y mi hijo de doce años. compartíamos risas, bromas y diversión, no veíamos la hora de darnos ese primer chapuzón en el océano.
Atrás quedaron los agites del trabajo, las preocupaciones y más… el mar tiene
su magia, reconforta y desestresa.
Al día siguiente las 6 :30 am estábamos puntual en la recepción, con días de anticipación habíamos pagado la entrada al Parque Natural Tayrona, debíamos asegurar nuestra entrada y así lo hicimos, luego de dos horas y una charla sobre el parque y la preservación del mismo, ajustábamos nuestras mochilas para iniciar la caminata: agua en abundancia, bloqueador y repelente de insectos, iniciamos la travesía, la humedad del lugar era alta y
la transpiración
profusa no se hizo esperar, la persona que menos creíamos iba marcando la
delantera de nuestro grupo, algunas zonas pantanosas y el cantar de numerosas
ranas nos daban la bienvenida. Muchos
extranjeros binóculos en mano disfrutaban observando aves, otros con pinta de
mochileros nos adelantaban, su piel
blanca era la predilecta por los moscos tropicales… imposible pasar de largo ante el imponente
paisaje del océano rompiendo en las rocas.
Continuamos en nuestra caminata,
algunas lagartijas de colores alcanzamos a observar entre la maleza, luego de
casi dos horas de caminata llegamos al sector conocido como “la piscina”, un sitio hermoso de aguas un poco más serenas
y apto para bañar. En el camino muchas
playas con bandera roja que te recuerda lo peligroso que puede ser bañar en
aquel lugar, un letrero que te alerta: “no hagas parte de las estadísticas de
personas ahogadas” declina tu intención de entrar al mar. Continuamos nuestra travesía, dos botellas de
agua menos, llegamos al sector de “Cabo San Juan”. Un paisaje hermoso, los
extranjeros hacen presencia en masa de aquel lugar. En uno de los restaurantes
del sector muchos comensales hablan… escucho frases en inglés, francés, alemán,
y uno que otro “oji rasgado”, no sé si habla japonés o chino… observo su
asombro al ver un pargo rojo que no cabe en el plato… no saben cómo empezar…
De CABO San JUAN caminamos unos diez minutos más para
finalmente llegar a “Boca del Saco”, la única playa nudista autorizada en
Colombia. Caminamos unos metros sobre arena caliente y divisamos la primera
mujer haciendo topless, tiene pinta de
extranjera, acompañada de un hombre de barba de 15 días… no se inmutan por
nuestra presencia… debe ser que están acostumbrados... divisamos el sitio y se
observan algunas siluetas a lo largo de la playa… No se diga más, a lo que
vinimos… la incómoda pantaloneta y trajes de baño sobre un tronco… morral al
piso y finalmente desnudos ante este hermoso paisaje… todo nuestro grupo no lo
pensó dos veces, como no sentir el aire impregnado de salitre en cada poro de
tu cuerpo… los que están en las otras playas no saben lo que se pierden, si existe
una definición de libertad con seguridad debe ser ésta!
Pasan frente a nosotros otros caminantes... miran, siguen su
camino a hacer su acto de libertad metros más allá… un solitario hombre se aproxima caminando,
nos mira y decide quedarse a escasos metros de nuestro grupo despojándose de
sus vestimentas, divisa el paisaje y siente la necesidad de documentar su
experiencia, hace algunas “selfies” como Dios le trajo al mundo, finalmente le
solicita a alguien de nuestro grupo le tome algunas fotografías… listo! en la
memoria de su móvil y en la suya propia quedan capturadas esas imágenes de
total libertad.
Una pareja joven, pasan raudos frente a nosotros y en
segundos les vemos correr desnudos hacia el mar, se besan y de esa manera
sellan ese acto de nudismo y libertad.
Mi hijo de doce años juega con la arena, Laura mi esposa, toma el sol cubriéndose
con un sobrero, Mateo y Sara miran al infinito sentados sobre la arena; Sofía
descansa boca abajo y yo sacaba algunos atrezos de mi morral para hacerle algo
de fotografía a mi esposa.
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